1° Esta entrada la hago para que más gente realmente conozca y entienda el porque un Aspie puede dedicar mucho tiempo a sus temas de interés, en este caso, uno de los mismos con el cual paso la mayor parte del día es la música, y en especial, a un género de la misma, el black metal.
2° Hacer énfasis en un valioso derecho que mi poder superior Jehová dio a cada uno de nosotros, la libertad de elegir hacer ya sea lo bueno o ya sea lo malo, y también la capacidad de analizar las cosas a profundidad y no solamente opinar algo porque el líder religioso así lo dice o porque alguna figura famosa lo hace de esa manera. Recuerden amigos, entrenen sus facultades perceptivas como lo dice la escritura y a partir de ese análisis, actuar en consecuencia. Esto es solo con fines informativos y si tu conciencia te dice que no escuches metal, no lo hagas. Nada más no despotriques con ideas absurdas dignas de un retrograda o fariseo.
Habiendo aclarado lo anterior queridas amigas y amigos, les dejo un panorama de ese mundo en el cual puedo hallar un refugio de todo lo malo que rodea actualmente a este sistema industrial y desechable.
Amigas y amigos, señoras y señores, bienvenidos a mi mundo: El Black Metal.
Espero que les guste, y de esta forma comprendan que cuando un aspie se interesa mucho en algo, dedica mucho de su tiempo y energías para obtener la mayor cantidad posible de información del mismo. No en balde alguien comento que los aspies somos "enciclopedias en movimiento".
Bienvenidos sean, valga la redundancia, a mi mundo favorito que es el Black Metal.
Lo que viene a continuación no pretende ser una
justificación ni una excusa. Tampoco es una apología de un género que, por
distintos motivos, no puede ser reivindicado ante el gran público para que éste
lo acoja en masa alegremente como si se tratase de pop o bachata. Se trata
sencillamente de una exposición de lo que el black metal ha supuesto y supone
en la vida de un individuo concreto y, a partir del caso particular, que en sí
mismo carece de importancia, constituye un intento de ilustrar cómo un tipo de
música o de arte con personalidad propia y genuina identidad puede aportar un
inmenso bagaje a la experiencia humana que haga de la vida algo más rico, más
vibrante y de mayor interés.
¿Por qué escucho black metal? A lo largo de los años que
empecé a nutrir más a mi melomanía, me he hecho esta pregunta en más de una
ocasión. Hay veces en que uno duda de sí mismo y se plantea el porqué de su
perseverancia en una actitud o inclinación que parecen ir a contracorriente de
todo y de todos, como por ejemplo escuchar música disco y high energy cuando
tenía unos inocentes 12 años. Primero, antes que nada, el black metal no es
popular. No te ayuda a tener nuevos amigos (al menos a priori), tampoco está de
moda, si hablamos a gran escala, y ni siquiera está bien visto por la mayoría
de la gente (sea religiosa o no), que muy probablemente no lo conozca pero no
tardará en juzgarlo en cuanto escuche un par de canciones o vea alguna
fotografía. Dicho todo esto, podría parecer el género ideal para personas con
vocación de originalidad que se consideren más inteligentes o más profundas por
abrazarlo, pero en este caso la música clásica, el jazz, el indie rock o
incluso la electrónica minimalista (como Tangerine Dream) le ganan la partida
como refugio contemporáneo de la pedantería. Mi respuesta inicial, por lo
tanto, debe limitarse a una sencilla pero sincera constatación: si escucho
black metal es por casualidad, porque se cruzó en mi camino.
Llegué al black metal hace unos 3 años, gracias a un amigo
de la preparatoria, alguien que me confirió al descubrimiento de un toque de
misterio revelado, de misticismo compartido. Al principio quedé aterrado por
tamaña descarga cruda de poder, pero eso fue justamente lo que me hizo ir
cogiéndole poco a poco el gusto a un género que tardó su tiempo en ganarse mi
beneplácito. Aún recuerdo cuál fue uno de los primeros discos de black metal
que escuché entero, Below the Lights de Enslaved, cuya canción Havenless me
pareció como un llamado a enseñar de manera más original la historia en las
escuelas y el retomar los idiomas de los nativos vikingos de Escandinavia, ya
que los coros de la canción están en noruego o islandés (no tengo ahorita el
dato correcto): una mixtura perfectamente proporcionada y tremendamente
original que provocaba rechazo por su forma y por su monotonía a la vez que
atraía por su potencia. Tampoco se me han olvidado las escuchas iniciales de
uno de los primeros discos que descargue de Internet, The Principle of Evil
Made Flesh. En un primer momento me horrorizó, acostumbrado como estaba ya al
estilo gótico/extremo de Cradle of Filth (porque ahora Cradle es gótico
extremo, ya no es tan black como en sus tres primeros discos, pero no es una
banda poser como muchos la tachan), pero a día de hoy es uno de esos discos que
procuro llevar siempre conmigo cuando puedo para volver a él regularmente, una
especie de reliquia musical que nunca abandona a mi melomanía.
Mi llegada al black metal podría calificarse como una
llegada correcta al género, ya que seguí el recorrido habitual desde la música
disco e italo disco (mejor conocido como High Energy), seguido por el rock o el
pseudometal comerciales, pasando por el heavy metal clásico, hasta formas
musicales más extremas. La evolución fue correcta, ya que pase desde la banda
alemana Scorpions, hasta la banda noruega Enslaved, y con eso justifico que mis
inicios en la melomanía fueron (como debieron ser) humildes. Cuando cumplí los
17 años, el black metal, además de atraerme musicalmente, le abrió a mi mente
juvenil una serie de puertas de las que previamente no era consciente. Por
paradójico que me resultara, de aquel estilo musical tan negativo y hermético
emanaba un sentimiento de reverencia y aprecio por determinados valores que
conectaban con mi forma de pensar y de sentir las cosas: respeto a los espacios
naturales, la importancia de adquirir conocimiento de diversa índole, desprecio
por lo superficial, conciencia de la propia muerte y voluntad de realizar
grandes hazañas para demostrarle a los demás que tienes la capacidad para hacer
esas hazañas (y con la ayuda de la fuerza activa de mi poder superior, todavía
mucho mejor). Todo ello anclado en la música de una forma tan profunda como
impenetrable a simple vista, prodigio sutil que le confería una trascendencia
aún mayor ante mis ojos.
En lo esencial, debo decir que esta forma de concebir el
black metal no ha cambiado demasiado para mí. De hecho, no fue hasta pasados
varios meses cuando fui capaz de comenzar a conceptualizar de forma racional lo
que antes era un conglomerado de ideas y sensaciones en bruto que no precisaban
ser ordenadas para poder experimentarse en toda su plenitud. A partir del black
metal accedí a una serie de ámbitos a los que quizá no habría llegado de otra
forma, o lo hubiera hecho en una versión mermada y empobrecida. Redescubrí la
información acerca de las culturas: celta, nórdica y sumeria, que ya me habían
interesado desde que era un niño, cuando tenía preguntas acerca del verdadero
origen de las fiestas y tradiciones más populares del mundo, como Halloween, y
volví a sumergirme en ella con un afán renovado de búsqueda de un conocimiento
más amplio de las culturas de la antigua Escandinavia y en parte de las
culturas anteriores. Mis ideales espirituales están hasta el día de hoy muy
firmes, pero considero yo que mientras tomes cualquier tema solo como
conocimiento y conoces y tienes bien firme tu ideal, todo está bien.
Consejo: Analicen cualquier información con fuentes
verdaderamente confiables antes de aceptar algo como cierto o falso.
Continuemos:
Me interesé por la filosofía, y antes de tener aún más
firmes mis ideales, me interese por la filosofía de Anton Lavey y los ideales
Nazis de Varg Vikernes. Esto lo hice para obtener conocimiento y poder opinar
de estos ideales con conocimiento, no a despotricar sus filosofías sin
conocerlas, como mucha gente que no se informa lo hace. No lo hice porque me
quisiera unir a la iglesia satánica, ni porque tampoco fuera racista o tuviera
ideales de grandeza y racismo como los nazis. Solo leí algunos trabajos de
estas dos personas para estar mejor informado. Además de eso, abrí los oídos a
la música clásica, que más allá de los tópicos populares de elitismo y tedio es
uno de los géneros cuya forma de expresar el poder es la que más se asemeja a
la que caracteriza al heavy metal. No hablo de Mozart o de Vivaldi, sino de la
intensidad romántica de Beethoven, por mencionar un ejemplo. Me dejé llevar
asimismo por el resto de manifestaciones del arte, desde las pinturas del
renacimiento, hasta literatura de antes del siglo XX, y apreciar el arte en las
obras de Lovecraft, y a apreciar mejor el arte con elementos folk y la música
tradicional que son característicos de las culturas antiguas, en oposición al
excesivo gusto por lo frívolo, lo presuntamente original y lo inmediato, rasgos
principales de la época que me ha tocado vivir. Y no menos importante, me
acostumbré a pensar por mí mismo en un contexto global en el que eran escasas
las personas que además de tener mis mismos ideales espirituales compartieran
mis opiniones, gustos o intereses, y aprendí a convivir con ello sin problemas
ni traumas. (Aunque tengo amigos y amigas que comparten mi convicción
espiritual, me llevo muy bien con ellos y aunque no tengan los mismos gustos
que yo, agradezco mucho su amistad).
Continuemos:
Además de todo lo dicho, el black metal empezó a suponer
para mí, (sin menospreciar a mi poder superior ni a mis amigos y amigas) una
especie de refugio, un refugio en el cual yo puedo refugiarme cada vez que
sienta la necesidad de estar solo completamente, y es ahí donde mis audífonos
están listos para refugiarme de aquellas personas que aún no me llegan a
comprender y por ende, me han etiquetado como frívolo, raro, demente, loco,
extraterrestre, fenómeno, llorón, débil, cobarde, guiñapo, presumido,
sabelotodo, y muchas otras más. El black metal supone para mí un refugio de
donde escapar del mundo (aunque como les digo, no con esto estoy menospreciando
la ayuda que me ha brindado mi poder superior y mis amigos y amigas). En cierto
modo, todas esas sensaciones musicales que genera el black metal me hacían
sentir más integrado a toda aquella gente que también se ha sentido como yo en
algún momento de su vida, y cuyo refugio musical para escapar de todo es el
black metal. Todas esas sensaciones e ideas me inspiraban para concebir mi vida
como una búsqueda de algo verdaderamente importante, una aventura en pos de una
gran realización, y no un periodo más o menos largo que llenar con un trabajo vacío
y estresante y matador, actividades intrascendentes pero populares y diversos
pasatiempos para echar los ratos muertos. Todo lo que escapa de todo aquello
que impone el sistema es un poderoso acicate para disparar la imaginación, el
poder de la mente y las aspiraciones vitales, y el black metal no es una
excepción en este aspecto. Fue en estos tiempos de efervescencia en los que
decidí dejar de lado definitivamente la televisión abierta como compañera
cotidiana y ocupar mi tiempo de ocio con salidas, libros y periódicos para
dejar de sentir que estaba viviendo en una dimensión estanca y
autocomplaciente. El black metal, junto con otras cosas que me servían y sirven
de inspiración, era una fuente inagotable de ánimo para enfrentarse al mundo,
un refuerzo de mi rechazo a tantas cosas que no quería que formaran parte de mi
vida, y de mi determinación de buscar otras, menos evidentes, que pudieran
llenarme más. Además, el hecho de que fuera una corriente bastante desconocida
y poco valorada me hacía reafirmarme en mi deseo de escapar al conformismo de
la gente “corriente” que me rodeaba, empeñada, por imperativos sociales, en
mantener un entorno demasiado banal.
Soy consciente de que hay mucha gente que, a grandes rasgos,
ha llegado a conclusiones y metas muy similares a las mías a través de vías
completamente distintas. No me parece que esto cuestione mi propia experiencia,
sino que la corrobora al mostrar la riqueza que brinda el mundo de la cultura
una vez que uno se aleja de sus facetas más triviales y superfluas. He de
señalar, sin embargo, que pese a algunas derivas en sentido contrario a lo
largo de su historia, el black metal constituye desde sus inicios una forma de
arte sin compromisos que existe por y para sí misma. Esto es una gran
diferencia con respecto a otras manifestaciones culturales en las que son
evidentes la búsqueda y la importancia del éxito. Uno no monta un grupo de
black metal para ser famoso o para ganar dinero. Son raros los casos de
individuos militantes en este género que consiguen vivir de su música (Dimmu
Borgir por ejemplo), y a muchos ni siquiera les importa. La mayoría tiene su
trabajo aparte, como todo persona, y dedica a su faceta artística las horas más
preciadas, las que consigue arrancar a las vicisitudes del día a día. Distribuye
sus publicaciones en sellos discográficos minúsculos, se da a conocer
principalmente gracias a la actividad desinteresada y entusiasta de aficionados
al género que mantienen fanzines, blogs o programas de radio y termina
afianzándose gracias a recomendaciones que vuelan de boca en boca. Con la
llegada de Internet, el proceso se ha hecho más transparente, pero su
naturaleza no se ha visto alterada en exceso.
En un estilo tan minoritario, vender varios miles de copias
de una obra supone un triunfo tan colosal como sorprendente, razón por la cual
las nuevas tecnologías no lo han torpedeado ni le han hecho sentirse amenazado,
muy al contrario, todas las posibilidades de difundir la propia música redundan
invariablemente en efectos positivos de algún tipo, algunas veces no
pecuniarios, pero en ocasiones sí. Como en cualquier sociedad, tanto
mayoritaria como minoritaria, existen tendencias, modas pasajeras y luchas de
egos, pero en el black metal éstas rara vez están motivadas por deseos
exclusivos de vender o de llamar la atención, lo que permite que en muchos
casos la calidad pueda brillar por sí misma sin necesidad de reclamos, a
diferencia de buena parte de las actividades humanas. Detalles como éste son
los que a mis ojos permiten distinguir el arte de la mercancía o del
entretenimiento, que al fin y al cabo son uno y lo mismo, y otorgan relevancia
atemporal a un género que siempre ha alcanzado sus mejores cotas cuando se ha
concentrado exclusivamente en sí mismo.
Expuesto todo lo anterior, creo que ya me es posible añadir
una segunda respuesta más elaborada y meditada a la pregunta planteada en las
primeras líneas: escucho black metal porque me parece la puerta más amplia y
grandiosa que existe en el terreno musical hacia la exploración de todo aquello
que la gente considera un misterio o algo extraño, la incitación más vehemente
a aprovechar las posibilidades de la existencia y a no dejar que los días de
uno se marchiten en la indolencia (Claro, también paso por momentos tristes y
malos). Esta concepción de la vida no es exclusiva del black metal ni tampoco
de las personas involucradas en él, pero hasta la fecha nada ni nadie más la ha
expresado de una forma tan poderosa, profunda y valiente, y, ante todo,
absolutamente sublime, o al menos mi melomanía aún no tiene constancia de ello.
Cristian Alberto Martínez Orta (Asperger Melómano)
Esperando que les haya gustado amigos, me despido. Hasta la proxci
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