Reproductor de música. No le ponga pausa, tendrá un panorama general de mis gustos musicales.

No le ponga pausa al reproductor de música. Permitamé mostrarle un pequeño panorama de mis gustos musicales.

martes, 2 de junio de 2015

Les doy la bienvenida al mundo donde me refugio para que los demás no me hagan daño: El Black Metal.

Que tal amigos, detractores, espiritualoides, señoras y señores, les doy la bienvenida a una nueva entrada en el diario del Melómano. Los saluda su amigo el Aspie Melómano, y en esta nueva entrada haré hincapié en dos cosas:

1° Esta entrada la hago para que más gente realmente conozca y entienda el porque un Aspie puede dedicar mucho tiempo a sus temas de interés, en este caso, uno de los mismos con el cual paso la mayor parte del día es la música, y en especial, a un género de la misma, el black metal.

2° Hacer énfasis en un valioso derecho que mi poder superior Jehová dio a cada uno de nosotros, la libertad de elegir hacer ya sea lo bueno o ya sea lo malo, y también la capacidad de analizar las cosas a profundidad y no solamente opinar algo porque el líder religioso así lo dice o porque alguna figura famosa lo hace de esa manera. Recuerden amigos, entrenen sus facultades perceptivas como lo dice la escritura y a partir de ese análisis, actuar en consecuencia. Esto es solo con fines informativos y si tu conciencia te dice que no escuches metal, no lo hagas. Nada más no despotriques con ideas absurdas dignas de un retrograda o fariseo.

Habiendo aclarado lo anterior queridas amigas y amigos, les dejo un panorama de ese mundo en el cual puedo hallar un refugio de todo lo malo que rodea actualmente a este sistema industrial y desechable.

Amigas y amigos, señoras y señores, bienvenidos a mi mundo: El Black Metal.

Espero que les guste, y de esta forma comprendan que cuando un aspie se interesa mucho en algo, dedica mucho de su tiempo y energías para obtener la mayor cantidad posible de información del mismo. No en balde alguien comento que los aspies somos "enciclopedias en movimiento".

Bienvenidos sean, valga la redundancia, a mi mundo favorito que es el Black Metal.

Lo que viene a continuación no pretende ser una justificación ni una excusa. Tampoco es una apología de un género que, por distintos motivos, no puede ser reivindicado ante el gran público para que éste lo acoja en masa alegremente como si se tratase de pop o bachata. Se trata sencillamente de una exposición de lo que el black metal ha supuesto y supone en la vida de un individuo concreto y, a partir del caso particular, que en sí mismo carece de importancia, constituye un intento de ilustrar cómo un tipo de música o de arte con personalidad propia y genuina identidad puede aportar un inmenso bagaje a la experiencia humana que haga de la vida algo más rico, más vibrante y de mayor interés.

¿Por qué escucho black metal? A lo largo de los años que empecé a nutrir más a mi melomanía, me he hecho esta pregunta en más de una ocasión. Hay veces en que uno duda de sí mismo y se plantea el porqué de su perseverancia en una actitud o inclinación que parecen ir a contracorriente de todo y de todos, como por ejemplo escuchar música disco y high energy cuando tenía unos inocentes 12 años. Primero, antes que nada, el black metal no es popular. No te ayuda a tener nuevos amigos (al menos a priori), tampoco está de moda, si hablamos a gran escala, y ni siquiera está bien visto por la mayoría de la gente (sea religiosa o no), que muy probablemente no lo conozca pero no tardará en juzgarlo en cuanto escuche un par de canciones o vea alguna fotografía. Dicho todo esto, podría parecer el género ideal para personas con vocación de originalidad que se consideren más inteligentes o más profundas por abrazarlo, pero en este caso la música clásica, el jazz, el indie rock o incluso la electrónica minimalista (como Tangerine Dream) le ganan la partida como refugio contemporáneo de la pedantería. Mi respuesta inicial, por lo tanto, debe limitarse a una sencilla pero sincera constatación: si escucho black metal es por casualidad, porque se cruzó en mi camino.
Llegué al black metal hace unos 3 años, gracias a un amigo de la preparatoria, alguien que me confirió al descubrimiento de un toque de misterio revelado, de misticismo compartido. Al principio quedé aterrado por tamaña descarga cruda de poder, pero eso fue justamente lo que me hizo ir cogiéndole poco a poco el gusto a un género que tardó su tiempo en ganarse mi beneplácito. Aún recuerdo cuál fue uno de los primeros discos de black metal que escuché entero, Below the Lights de Enslaved, cuya canción Havenless me pareció como un llamado a enseñar de manera más original la historia en las escuelas y el retomar los idiomas de los nativos vikingos de Escandinavia, ya que los coros de la canción están en noruego o islandés (no tengo ahorita el dato correcto): una mixtura perfectamente proporcionada y tremendamente original que provocaba rechazo por su forma y por su monotonía a la vez que atraía por su potencia. Tampoco se me han olvidado las escuchas iniciales de uno de los primeros discos que descargue de Internet, The Principle of Evil Made Flesh. En un primer momento me horrorizó, acostumbrado como estaba ya al estilo gótico/extremo de Cradle of Filth (porque ahora Cradle es gótico extremo, ya no es tan black como en sus tres primeros discos, pero no es una banda poser como muchos la tachan), pero a día de hoy es uno de esos discos que procuro llevar siempre conmigo cuando puedo para volver a él regularmente, una especie de reliquia musical que nunca abandona a mi melomanía.
Mi llegada al black metal podría calificarse como una llegada correcta al género, ya que seguí el recorrido habitual desde la música disco e italo disco (mejor conocido como High Energy), seguido por el rock o el pseudometal comerciales, pasando por el heavy metal clásico, hasta formas musicales más extremas. La evolución fue correcta, ya que pase desde la banda alemana Scorpions, hasta la banda noruega Enslaved, y con eso justifico que mis inicios en la melomanía fueron (como debieron ser) humildes. Cuando cumplí los 17 años, el black metal, además de atraerme musicalmente, le abrió a mi mente juvenil una serie de puertas de las que previamente no era consciente. Por paradójico que me resultara, de aquel estilo musical tan negativo y hermético emanaba un sentimiento de reverencia y aprecio por determinados valores que conectaban con mi forma de pensar y de sentir las cosas: respeto a los espacios naturales, la importancia de adquirir conocimiento de diversa índole, desprecio por lo superficial, conciencia de la propia muerte y voluntad de realizar grandes hazañas para demostrarle a los demás que tienes la capacidad para hacer esas hazañas (y con la ayuda de la fuerza activa de mi poder superior, todavía mucho mejor). Todo ello anclado en la música de una forma tan profunda como impenetrable a simple vista, prodigio sutil que le confería una trascendencia aún mayor ante mis ojos.
En lo esencial, debo decir que esta forma de concebir el black metal no ha cambiado demasiado para mí. De hecho, no fue hasta pasados varios meses cuando fui capaz de comenzar a conceptualizar de forma racional lo que antes era un conglomerado de ideas y sensaciones en bruto que no precisaban ser ordenadas para poder experimentarse en toda su plenitud. A partir del black metal accedí a una serie de ámbitos a los que quizá no habría llegado de otra forma, o lo hubiera hecho en una versión mermada y empobrecida. Redescubrí la información acerca de las culturas: celta, nórdica y sumeria, que ya me habían interesado desde que era un niño, cuando tenía preguntas acerca del verdadero origen de las fiestas y tradiciones más populares del mundo, como Halloween, y volví a sumergirme en ella con un afán renovado de búsqueda de un conocimiento más amplio de las culturas de la antigua Escandinavia y en parte de las culturas anteriores. Mis ideales espirituales están hasta el día de hoy muy firmes, pero considero yo que mientras tomes cualquier tema solo como conocimiento y conoces y tienes bien firme tu ideal, todo está bien.
Consejo: Analicen cualquier información con fuentes verdaderamente confiables antes de aceptar algo como cierto o falso.
Continuemos:
Me interesé por la filosofía, y antes de tener aún más firmes mis ideales, me interese por la filosofía de Anton Lavey y los ideales Nazis de Varg Vikernes. Esto lo hice para obtener conocimiento y poder opinar de estos ideales con conocimiento, no a despotricar sus filosofías sin conocerlas, como mucha gente que no se informa lo hace. No lo hice porque me quisiera unir a la iglesia satánica, ni porque tampoco fuera racista o tuviera ideales de grandeza y racismo como los nazis. Solo leí algunos trabajos de estas dos personas para estar mejor informado. Además de eso, abrí los oídos a la música clásica, que más allá de los tópicos populares de elitismo y tedio es uno de los géneros cuya forma de expresar el poder es la que más se asemeja a la que caracteriza al heavy metal. No hablo de Mozart o de Vivaldi, sino de la intensidad romántica de Beethoven, por mencionar un ejemplo. Me dejé llevar asimismo por el resto de manifestaciones del arte, desde las pinturas del renacimiento, hasta literatura de antes del siglo XX, y apreciar el arte en las obras de Lovecraft, y a apreciar mejor el arte con elementos folk y la música tradicional que son característicos de las culturas antiguas, en oposición al excesivo gusto por lo frívolo, lo presuntamente original y lo inmediato, rasgos principales de la época que me ha tocado vivir. Y no menos importante, me acostumbré a pensar por mí mismo en un contexto global en el que eran escasas las personas que además de tener mis mismos ideales espirituales compartieran mis opiniones, gustos o intereses, y aprendí a convivir con ello sin problemas ni traumas. (Aunque tengo amigos y amigas que comparten mi convicción espiritual, me llevo muy bien con ellos y aunque no tengan los mismos gustos que yo, agradezco mucho su amistad).
Continuemos:
Además de todo lo dicho, el black metal empezó a suponer para mí, (sin menospreciar a mi poder superior ni a mis amigos y amigas) una especie de refugio, un refugio en el cual yo puedo refugiarme cada vez que sienta la necesidad de estar solo completamente, y es ahí donde mis audífonos están listos para refugiarme de aquellas personas que aún no me llegan a comprender y por ende, me han etiquetado como frívolo, raro, demente, loco, extraterrestre, fenómeno, llorón, débil, cobarde, guiñapo, presumido, sabelotodo, y muchas otras más. El black metal supone para mí un refugio de donde escapar del mundo (aunque como les digo, no con esto estoy menospreciando la ayuda que me ha brindado mi poder superior y mis amigos y amigas). En cierto modo, todas esas sensaciones musicales que genera el black metal me hacían sentir más integrado a toda aquella gente que también se ha sentido como yo en algún momento de su vida, y cuyo refugio musical para escapar de todo es el black metal. Todas esas sensaciones e ideas me inspiraban para concebir mi vida como una búsqueda de algo verdaderamente importante, una aventura en pos de una gran realización, y no un periodo más o menos largo que llenar con un trabajo vacío y estresante y matador, actividades intrascendentes pero populares y diversos pasatiempos para echar los ratos muertos. Todo lo que escapa de todo aquello que impone el sistema es un poderoso acicate para disparar la imaginación, el poder de la mente y las aspiraciones vitales, y el black metal no es una excepción en este aspecto. Fue en estos tiempos de efervescencia en los que decidí dejar de lado definitivamente la televisión abierta como compañera cotidiana y ocupar mi tiempo de ocio con salidas, libros y periódicos para dejar de sentir que estaba viviendo en una dimensión estanca y autocomplaciente. El black metal, junto con otras cosas que me servían y sirven de inspiración, era una fuente inagotable de ánimo para enfrentarse al mundo, un refuerzo de mi rechazo a tantas cosas que no quería que formaran parte de mi vida, y de mi determinación de buscar otras, menos evidentes, que pudieran llenarme más. Además, el hecho de que fuera una corriente bastante desconocida y poco valorada me hacía reafirmarme en mi deseo de escapar al conformismo de la gente “corriente” que me rodeaba, empeñada, por imperativos sociales, en mantener un entorno demasiado banal.
Soy consciente de que hay mucha gente que, a grandes rasgos, ha llegado a conclusiones y metas muy similares a las mías a través de vías completamente distintas. No me parece que esto cuestione mi propia experiencia, sino que la corrobora al mostrar la riqueza que brinda el mundo de la cultura una vez que uno se aleja de sus facetas más triviales y superfluas. He de señalar, sin embargo, que pese a algunas derivas en sentido contrario a lo largo de su historia, el black metal constituye desde sus inicios una forma de arte sin compromisos que existe por y para sí misma. Esto es una gran diferencia con respecto a otras manifestaciones culturales en las que son evidentes la búsqueda y la importancia del éxito. Uno no monta un grupo de black metal para ser famoso o para ganar dinero. Son raros los casos de individuos militantes en este género que consiguen vivir de su música (Dimmu Borgir por ejemplo), y a muchos ni siquiera les importa. La mayoría tiene su trabajo aparte, como todo persona, y dedica a su faceta artística las horas más preciadas, las que consigue arrancar a las vicisitudes del día a día. Distribuye sus publicaciones en sellos discográficos minúsculos, se da a conocer principalmente gracias a la actividad desinteresada y entusiasta de aficionados al género que mantienen fanzines, blogs o programas de radio y termina afianzándose gracias a recomendaciones que vuelan de boca en boca. Con la llegada de Internet, el proceso se ha hecho más transparente, pero su naturaleza no se ha visto alterada en exceso.
En un estilo tan minoritario, vender varios miles de copias de una obra supone un triunfo tan colosal como sorprendente, razón por la cual las nuevas tecnologías no lo han torpedeado ni le han hecho sentirse amenazado, muy al contrario, todas las posibilidades de difundir la propia música redundan invariablemente en efectos positivos de algún tipo, algunas veces no pecuniarios, pero en ocasiones sí. Como en cualquier sociedad, tanto mayoritaria como minoritaria, existen tendencias, modas pasajeras y luchas de egos, pero en el black metal éstas rara vez están motivadas por deseos exclusivos de vender o de llamar la atención, lo que permite que en muchos casos la calidad pueda brillar por sí misma sin necesidad de reclamos, a diferencia de buena parte de las actividades humanas. Detalles como éste son los que a mis ojos permiten distinguir el arte de la mercancía o del entretenimiento, que al fin y al cabo son uno y lo mismo, y otorgan relevancia atemporal a un género que siempre ha alcanzado sus mejores cotas cuando se ha concentrado exclusivamente en sí mismo.
Expuesto todo lo anterior, creo que ya me es posible añadir una segunda respuesta más elaborada y meditada a la pregunta planteada en las primeras líneas: escucho black metal porque me parece la puerta más amplia y grandiosa que existe en el terreno musical hacia la exploración de todo aquello que la gente considera un misterio o algo extraño, la incitación más vehemente a aprovechar las posibilidades de la existencia y a no dejar que los días de uno se marchiten en la indolencia (Claro, también paso por momentos tristes y malos). Esta concepción de la vida no es exclusiva del black metal ni tampoco de las personas involucradas en él, pero hasta la fecha nada ni nadie más la ha expresado de una forma tan poderosa, profunda y valiente, y, ante todo, absolutamente sublime, o al menos mi melomanía aún no tiene constancia de ello.


Cristian Alberto Martínez Orta (Asperger Melómano)

Esperando que les haya gustado amigos, me despido. Hasta la proxci

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